En estas dos últimas semanas de abril, abordamos la lectura de Hacerse el muerto, libro de microrrelatos del magnífico Andrés Neuman. El autor recoge en esta obra mensajes literarios que comparten las siguientes características:
- Esconden historias completas, aunque no estén explícitamente contadas
- Requieren la colaboración del lector, que debe aportar datos que voluntariamente ha omitido el autor.
- Pretenden sorprender al lector, con actuaciones inesperadas de los personajes
- El título está cargado de información
Para conocer mejor la técnica narrativa de este tipo de mensajes literarios podéis acceder al siguiente enlace: os ayudará a entender mejor cada una de las pequeñas ficciones que nos ocupan estos días... Y os será útil para enfrentar la construcción de vuestros propios microrrelatos:
Allí podréis también encontrar también un interesante Decálogo para escribir microcuentos:
- Un microcuento es una historia mínima que no necesita más que unas pocas líneas para ser contada, y no el resumen de un cuento más largo.
- Un microcuento no es una anécdota, ni una greguería, ni una ocurrencia. Como todos los relatos, el microcuento tiene planteamiento, nudo y desenlace y su objetivo es contar un cambio, cómo se resuelve el conflicto que se plantea en las primeras líneas.
- Habitualmente el periodo de tiempo que se cuente será pequeño. Es decir, no transcurrirá mucho tiempo entre el principio y el final de la historia.
- Conviene evitar la proliferación de personajes. Por lo general, para un microcuento tres personajes ya son multitud.
- El microcuento suele suceder en un solo escenario, dos a lo sumo. Son raros los microcuentos con escenarios múltiples.
- Para evitar alargarnos en la presentación y descripción de espacios y personajes, es aconsejable seleccionar bien los detalles con los que serán descritos. Un detalle bien elegido puede decirlo todo.
- Un microcuento es, sobre todo, un ejercicio de precisión en el contar y en el uso del lenguaje. Es muy importante seleccionar drásticamente lo que se cuenta (y también lo que no se cuenta), y encontrar las palabras justas que lo cuenten mejor. Por esta razón, en un microcuento el título es esencial: no ha de ser superfluo, es bueno que entre a formar parte de la historia y, con una extensión mínima, ha de desvelar algo importante.
- Pese a su reducida extensión y a lo mínimo del suceso que narran, los microcuentos suelen tener un significado de orden superior. Es decir cuentan algo muy pequeño, pero que tiene un significado muy grande.
- Es muy conveniente evitar las descripciones abstractas, las explicaciones, los juicios de valor y nunca hay que tratar de convencer al lector de lo que tiene que sentir. Contar cuentos es pintar con palabras, dibujar las escenas ante los ojos del lector para que este pueda conmoverse (o no) con ellas.
- Un buen microrrelato sorprende al lector a través de un giro del final, como en el siguiente ejemplo de Stace Budzko, titulado “Por qué yo no uso agenda”: “Escrito en su calendario en el día de la muerte de mi padre, dos palabras: llamar hijo”“. Este giro también puede funcionar del mismo modo que los chistes, explicando todo lo que hemos leído anteriormente, como en el siguiente microrrelato de B. Mistoda: “No quise continuar con mi investigación sobre el cáncer porque me di cuenta de que, incluso aunque podría haber acabado por perfeccionar la cura, nunca le habrían puesto mi nombre, Eddie Spaghetti”.Otra solución es dejar un final abierto, una frase que invite a la reflexión o lanzar una pregunta al aire para dar al lector algo en lo que pensar. Por ejemplo, “Una inmortalidad”, de Carlos Almira: “El poeta de moda murió, y levantaron una estatua. Al pie grabaron uno de los epigramas que le valieron la inmortalidad y que ahora provoca la indiferencia o la risa, como la chistera, el corbatín y la barba de chivo del pobre busto. El Infierno no es de fuego ni de hielo, sino de bronce imperecedero”.
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